En una famosa narración se cuenta cómo en el siglo XVI un monje atrapado por los mexicas trató de salvar su vida diciendo que con sus rezos harían que la luna ocultase al sol. Sabía que un eclipse era inminente. Ignoraba, al parecer, que los aztecas eran herederos de la sabiduría maya, los mejores astrónomos de un tiempo anterior a la civilización occidental. Desde luego, el corazón del ingenuo monje fue ofrecido sin dilación a los dioses del sol y de la luna. Dioses en un eterno conflicto en los cielos de México-Tenochtitlán.

La astrología azteca es complicada si se trata de entender desde un punto de vista occidental, pues para esta civilización existían dos calendarios (uno religioso de 265 días, y otro civil de 365 días, que se sucedían cada ocho años), y Eras de cuatro soles (ciclos de 52 años, tras los que se comenzaba de nuevo la cuenta del tiempo), y una enorme cantidad de deidades (todas dobles), cada una con sus signos estelares y sus designios.

Sin embargo, la filosofía de este complejo panteón celeste no nos es ajena: se trata de la antigua historia de la lucha entre las sombras y las luces que habitan dentro de cada uno de nosotros.

Los dioses mexicas intentaron habitar el mundo con hombres en cuatro ocasiones, y las cuatro veces fallaron. El problema era el sol, la fuente de la vida. Intentaron con un sol de agua, con otro de viento, con uno jaguar y con uno de fuego. Aquellos soles ahogaron, dispersaron, devoraron y quemaron a los hombres, hasta el último de ellos.

Entonces quedo claro que la única posibilidad de que la vida anidase en la Tierra era crear un sol de vida. Para ese fin, era necesario que uno de los dioses ofrendase la suya. En una gran plenaria los dioses mexicas pidieron un voluntario para ser el sol de los hombres. El elegido debería saltar a una gran hoguera. Después de morir se elevaría convertido en el Quinto Sol.

El dios más rico de los mexica dio un paso al frente, y al mismo tiempo lo hizo el dios más humilde, el de los llagados y los méndigos. Los dioses acordaron que el primero en saltar a las llamar sería el ungido. Llegado el momento, el dios de la riqueza se acobardo. Fue el dios llagado el primero en saltar. Avergonzado, el dios rico lo siguió. Ambos murieron en las llamas.

Primero se elevó a los cielos el dios llagado convertido en Tonatiuh, el Quinto sol. Pero le seguía de cerca el dios de la abundancia, convertido en su opuesto, Coyolxauhqui, la luna. Ambos se engarzaron en una gran batalla en lo alto. Los aztecas creían que cuando el sol tiene ventaja, tenemos luz. Cuando la luna gobierna, hay sombras. Los mexica creían que el sol necesitaba energía, y por ello le dedicaban sacrificios humanos.

Toda la astrología azteca está imbuida de esta dualidad: luces y sombras que destacan en cada uno de sus signos. Los signos del Horóscopo Azteca son: Águila, Caimán, Caña, Casa, Ciervo, Conejo, Flor, Jaguar, Mono, Pedernal, Perro y Serpiente.