Es poco sabido que existe un oráculo tibetano, que se debe al estudio de la relación entre los Cielos y la espiritualidad, entre las estrellas y la Rueda del Tiempo. Se le conoce como “Horóscopo Wuykú”, que quiere decir “No escrito en los libros”.
Para los Budistas hay un determinismo implacable en el Destino: todo está escrito y no tiene sentido revelarse contra lo que traerá el Destino, pues es inevitable. Hay un ciclo de reencarnaciones, pero una vida es igual a la siguiente. Lo que cuenta es la manera en que cada uno enfrenta las circunstancias de la vida que le toca vivir. La idea es que en algún punto, las buenas acciones (el Karma), nos haga volver en una forma más avanzada y más noble.
Para los budistas las vidas más puras son las de aquellos seres que viven menos, pues deben pasar menor tiempo en la existencia para resolver los dilemas que deben enfrentar. Una
tortuga o un árbol centenario serían ejemplos de vidas que necesitan de un gran trabajo para pasar a un nivel superior, por su longevidad.
Los insectos, en cambio, eran forma de vida superiores, pues sus vidas eran breves, debido a que el trabajo que necesitaban para evolucionar ya lo habían realizado en existencias anteriores. Los budistas consideraban, pues, que los insectos eran seres divinos.
En particular veneraban a tres de ellos: la
araña, la
hormiga y el
escorpión. Alrededor de ellos los monjes desarrollaban koas: pequeños enigmas y paradojas en la forma de fábulas con estos insectos como protagonistas, que hablaban sobre la condición humana.
Poco a poco, en un periodo que se ubica hace dos mil años, los monjes budistas tibetanos fueron incorporando la idea de estas deidades en su estudio de los cielos y de las estrellas. Llegaron a la conclusión de que la influencia de esos animales tenía una relevancia cósmica sobre la vida de las personas.
Un grupo de monjes tibetanos llamado Los Acólitos desarrolló un zodiaco, el horóscopo Wuykú, para dar aviso y consejo a las personas sobre el discurrir de la vida y del tiempo.
Los Acólitos lo ajustaron a sólo cuatro signos solares. Incluyeron a la
Araña, a la
Hormiga y al
Escorpión, pues eran los insectos de vidas más breves, de los que se podría aprender grandes verdades sobre la vida. Añadieron a la
Tortuga como una interesante contraparte, pues la consideraban un ser de gran experiencia en la vida, debido al largo tiempo que vive, y a su aspecto que parece una encarnación de la Tierra.